Consecuente a la revoluciones artísticas que se propagaron por todo el mundo a mediados de la década de los sesenta, un grupo de artistas del norte de Italia revelaron un arquetipo de creación cuya marca continúa hoy vigorosa. Interesados en la intersección del arte, la vida, la cultura y la naturaleza, sus obras adoptaron un rigor experimental, utilizando materiales nunca antes empleados, relacionando de manera extraordinaria el espacio para su exhibición, y desde luego, confrontando las normas corrientes del rol del arte en la sociedad. El escrutinio de esta actitud compartida por ese conjunto de individuos fue advertido por el crítico y curador Germano Celant, quién acuñó el término “arte povera” para articularlo teóricamente e inscribirlo en la cultura del mundo moderno con regulares muestras, tanto colectivas como individuales. Con ese nominativo apareció por primera vez en el catálogo escrito para la exposición Arte Povera y Spazio (Galería La Bertesca, Génova) en septiembre de 1967. Celant se inspiró en uno de los conceptos teatrales del dramaturgo polaco Jerzy Grotowsky, para describir un nuevo arte libre de la mediación e imposiciones de las construcciones linguísticas y culturales.
Este movimiento traza una red sin restricciones, una situación de laboratorio carente de coerciones intelectuales, que favorece el profundo encuentro sensible. Es un enunciado dispuesto en un escenario presente y solidario con los acontecimientos ordinarios de la vida, que estimula al pensamiento diverso y fomenta la concordancia y el compromiso con el entorno. Con esos parámetros, los artistas del “poverismo” unifican materia y símbolo. Abaten la separación entre naturaleza y cultura, fundiendo en un sólo cuerpo elementos orgánicos (agua, fuego, arena, piedras, ramas de árboles, animales, ceras, grasas, frutas, verduras) con materiales manufacturados (vidrio, tela, fierro, neón). Asimismo, instauran un alfabeto para una poética de la experiencia real, concentrada en lo sensorial, lo lírico y lo subjetivo.
El arte povera trascendió las fronteras italianas como un modelo recurrente, con una presencia capital en el arte contemporáneo. Además de apuntar hacia el reconocimiento de las influencias formales y ecos ideológicos que ese movimiento ha inscrito en la estética y en los procesos creativos de nuestro presente (especialmente activos en la obra de artistas nacionales).
Este movimiento traza una red sin restricciones, una situación de laboratorio carente de coerciones intelectuales, que favorece el profundo encuentro sensible. Es un enunciado dispuesto en un escenario presente y solidario con los acontecimientos ordinarios de la vida, que estimula al pensamiento diverso y fomenta la concordancia y el compromiso con el entorno. Con esos parámetros, los artistas del “poverismo” unifican materia y símbolo. Abaten la separación entre naturaleza y cultura, fundiendo en un sólo cuerpo elementos orgánicos (agua, fuego, arena, piedras, ramas de árboles, animales, ceras, grasas, frutas, verduras) con materiales manufacturados (vidrio, tela, fierro, neón). Asimismo, instauran un alfabeto para una poética de la experiencia real, concentrada en lo sensorial, lo lírico y lo subjetivo.
El arte povera trascendió las fronteras italianas como un modelo recurrente, con una presencia capital en el arte contemporáneo. Además de apuntar hacia el reconocimiento de las influencias formales y ecos ideológicos que ese movimiento ha inscrito en la estética y en los procesos creativos de nuestro presente (especialmente activos en la obra de artistas nacionales).
Artistas representativos del arte povera:
Giovanni Anselmo / Alighiero Boetti / Pier Paolo Calzolari / Luciano Fabro / Jannis Kounellis / Mario Merz / Marisa Merz / Giulio Paolini / Luca Patella / Giuseppe Penone / Michelangelo Pistoletto / Gilberto Zorio
No hay comentarios:
Publicar un comentario